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general de Hispánica

Catedral Nueva, Salamanca

'Las artes de la guerra son enemigas de las artes de
la paz. Apenas hay monumento español que no conserve la huella
salvaje de las hordas napoleónicas. No les bastaba destruir los
templos; llevábanse a guisa de botín hasta los vasos sagrados...La
historia se repite: Ayer, en San Isidoro de León, aventó la guerra
las sacras cenizas de nuestros Reyes; hoy (1914-1918) los nietos de
aquellos profanadores de sepulcros hallan el suyo bajo las ruinas de
la famosa catedral santuario de los Reyes de Francia. De ayer a hoy
no existe más diferencia que el calibre y el alcance de la moderna
artillería. El hombre sigue siendo un lobo para el hombre'.
(Ricardo León, La Escuela de los Sofistas)

Diego de Siloé
Nació a mediados del siglo XV. Se formó en el taller de
su padre y en Italia, donde trabajó con Bartolomé Ordóñez y se
dejó influir por los renacentistas italianos, en especial Miguel
Angel. Junto con Machuca, Berruguete y Ordóñez compone la galería
de grandes artistas del Renacimiento español. Fue clásico en sus
obras de Nápoles y Granada y plateresco en Burgos, pero siempre con
características muy personales de grandiosidad y sentimentalismo.
Trabajó con Ordóñez en la sillería del coro de la catedral de
Barcelona. En 1519 realizó en Burgos el sepulcro de alabastro para
la capilla del obispo Acuña, en la catedral. Entre las figuras que
adornan el sepulcro esta La Caridad abrazando a un niño. Su obra
maestra en Burgos fue la llamada escalera dorada del crucero de la
catedral. En la capilla del Condestable de la catedral de Burgos
terminó la imaginería de los retablos comenzados por su padre. En
1528 se trasladó a Granada para continuar la capilla de San Jerónimo,
en la que hizo la sillería del coro. Como arquitecto sus obras
maestras son las catedrales de Granada, Málaga y Guadix. En las
portadas utilizó la decoración plateresca, muy imitada entonces en
Andalucía y en América. En Sevilla trabajó en la sacristía mayor
de la catedral. En cuanto a edificios civiles, hay que destacar su
labor como autor de patios y fachadas. En 1560 trazó la fachada de
la casa de los Miradores. También se deben a él la portada y el
patio del Colegio de Irlandeses en Salamanca. (Indice)
Simón de Colonia
(1450-1511)
Arquitecto y escultor español. El más importante del grupo burgalés
de la segunda mitad del siglo XV, y uno de los más representativos
del estilo hispano-flamenco. A la muerte de su padre quedó al cargo
de las obras que éste llevaba a cabo en la catedral y en la Cartuja
de Miraflores. En 1482 comenzó la construcción de la Capilla del
Condestable, inspirada en la capilla de Don Alvaro de Luna de la
Catedral de Toledo. Trabajó en la iglesia de San Pablo de
Valladolid, y quizá en San Gregorio. También trabajó en San Juan
de los Reyes de Toledo y en la Catedral de Sevilla. Como escultor se
le atribuyen los sepulcros de Gonzalo Fernández de Aguilar (1482),
Juan Sánchez de Sepúlveda (1486), Gonzalo Díez de la Fuente
(1492), Pedro Fernández de Villegas (1509) y otros en la Catedral
de Burgos. También intervino en el retablo de San Nicolás de
Burgos. Su importancia es paralela a la de Juan de Guas en la
comarca toledana. (Indice)
Vandelvira, Andrés
de (1509-1575)
Arquitecto. Trabajó en sus comienzos con artífices toledanos, y más
tarde con Diego de Siloé. Su obra se desarrolló en las ciudades de
Ubeda, Baeza y Jaén, que en aquella época tenían una gran
actividad. En Granada llevó a cabo las trazas que realizara Siloé
para la Capilla del Salvador. Este el ejemplo más típico de su
estilo, sobre todo en el aspecto decorativo con el uso de la figura
humana como cariátides o atlantes. En 1554 comienza las obras para
la catedral de Jaén, en donde destaca la sacristía como una de las
ejecuciones más originales del maestro. Otra de sus grandes obras
es el Hospital de Santiago, en Ubeda. En cuanto a la arquitectura
civil, el Palacio Vázquez de Molina (hoy Ayuntamiento de Ubeda), y
el de Vela de los Cobos. La huella de Vandelvira fue muy profunda en
la arquitectura de Andalucía oriental, perdurando hasta el siglo
XVIII.
(Indice)
Rodrigo Gil de Hontañón
(1500-1577) y familia.
Arquitectos españoles que desarrollaron su actividad en Castilla
durante el s. Xvi.
Juan. N. en Rasines (Santander) hacia
1480; m. en Salamanca el 11 de mayo de 1526. Tuvo varios hijos,
entre ellos Rodrigo y Juan, ambos arquitectos. Su actividad se
inicia en torno a Segovia, estando avecindado en Rascafría,
relacionándose con la escuela hispanoflamenca toledana de Juan Guas
(v.). Interviene a fines del s. xv en las obras de los monasterios
del Parral y del Paular. En 1500 está en Sigüenza con Cristóbal
de Adonza, dando su parecer sobre la portada de la catedral. Más
tarde, en 1509, contrata la obra de la capilla de S. Frutos y la
librería de la catedral de Segovia. En relación con esta obra se
le atribuyen trabajos en el castillo de Turégano. Asimismo, por
estos años está documentada su intervención en las obras de la
catedral de Palencia, fundamental para el arte castellano, pues en
ella funde las formas de las escuelas hispanoflamencas de Toledo y
Burgos y de aquí surge el grupo de artistas que ha de trabajar en
Salamanca. También consta su participación en S. Clara de
Briviesca. Su obra fundamental es la intervención en la construcción
de la catedral nueva de Salamanca, asistiendo a la junta de 1512 y
siendo nombrado maestro mayor en este mismo año. Inicia las obras
el de 12 mayo de 1513 y en ellas participa también su hijo Juan Gil
el Mozo. Salamanca se convierte en el centro de su actividad artística,
mostrando en todo momento su apego a las formas hipanoflamencas, con
muy escasos detalles renacentistas. Su prestigio como arquitecto
experto en edificios de estructura gótica se evidencia en 1513
cuando da unas trazas para la prosecución de la obras del crucero
de la catedral de Sevilla, de la que fue nombrado maestro mayor,
cargo que mantuvo hasta 1515, aunque según otros datos todavía lo
era en 1516, cuando envía unas trazas desde Salamanca para cerrar
la bóveda del crucero. En 1523 contrata la construcción de la
capilla del deán Cepeda en la catedral de Zamora, en la que luego
intervino su hijo Rodrigo. Su última obra es la traza e iniciación
de los trabajos de la catedral de Segovia, en la que sigue el modelo
de la catedral nueva de Salamanca. También consta, por último, que
en varias ocasiones visitó las obras de la Capilla Real de Granada.
Juan, el Mozo. La identidad de nombre
con su padre ha confundido la personalidad de este maestro. Existen
datos, entre 1521 y 1531, en relación con la catedral de Salamanca,
de la que fue nombrado maestro mayor en mayo de 1526. Asimismo
constan algunas visitas a Santiago, reconociendo edificios. Se le
atribuye el convento de Sancti Spiritus, de Salamanca.
Rodrigo. N. en Rasines (Santander)
ca. 1500; m. en Segovia el 31 mayo 1577. Es el arquitecto más
importante del plateresco (v.) purista en la escuela salmantina.
Hijo natural de Juan, se formó con su padre en torno a las obras de
la catedral nueva de Salamanca, y le sucedió en la dirección de
las obras de la catedral de Segovia, de la que fue nombrado maestro
mayor en 1560, y asimismo lo fue de la catedral de Salamanca a
partir de 1538.
Como arquitecto religioso intervino
en múltiples obras, manteniendo las formas y estructuras de la
arquitectura gótica, e incluso se le atribuyen los capítulos que
tratan de este estilo en la obra de Simón García, Compendio de
Arquitectura y simetría de los templos. Este estilo lo sigue en las
numerosas obras religiosas en las que intervino, entre las que
sobresalen: la parroquia de Villacastín (1529); la traza de la
antigua y desaparecida Colegiata de Valladolid, de la que fue
maestro mayor en 1536; la iglesia de Santiago de Medina de Rioseco
(1533); la iglesia de Santiago de Cáceres (1550); la capilla mayor
de la iglesia del Salvador en Medina del Campo (1569); la iglesia de
S. Esteban de Castromocho (ca. 1545); su intervención, entre
1549-59 en la catedral de Astorga; la iglesia de Nava del Rey
(1564); la iglesia de S. Julián de Toro (1560); el pórtico de
entrada de la iglesia de S. Benito de Valladolid (1569-72); aparte
de sus intervenciones en las obras de la catedral de Plasencia, de
la que fue nombrado maestro mayor en 1544; y en la catedral de
Santiago.
Sin embargo, su principal importancia
desde el punto de vista de la arquitectura renacentista la tiene
como arquitecto civil, ya que es uno de los principales
representantes del plateresco purista castellano, rivalizando con
Alonso de Covarrubias (v.). Su obra más importante y una de las más
bellas de nuestro Renacimiento, es la fachada de la Univ. de Alcalá
de Henares, en la que interviene entre 1541 y 1553. Compite en
belleza con esta obra la fachada de las Platerías de la catedral de
Santiago de Compostela, en la que da un modelo que luego ha de
repetir en la fachada del Palacio de Monterrey de Salamanca, en la
que la participación de fray Martín de Santiago plantea el
problema de su atribución. En relación con esta obra salmantina,
se le atribuye el Palacio de los Guzmanes de León. Aparte de estas
obras, consta su intervención en la Univ. de Salamanca, entre 1538
y 1553; en diversas obras de Santiago de Compostela, claustro de la
catedral y obras del Hospital; y en 1565 en las trazas y dirección
del Colegio Mayor del Rey de Salamanca.
JOSÉ MARÍA DE AZCARATE.
Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991
(Indice)
Francisco Becerra
(1545-1605)
La extraodinaria ambición y número de los programas constructivos,
llevados a cabo en Indias durante el s. XVI, fue uno de los motivos
que decidieron a muchos arquitectos españoles a cruzar el Atlántico.
F. B. fue uno de estos arquitectos, y quizá el más importante, de
los que trabajaron en América durante este siglo. Ceán lo califica
como el «mejor arquitecto que pasó a América en el buen tiempo de
la arquitectura española». B. n. en Trujillo ca. 1545 y m. en Lima
en 1601. Inició su formación con su padre, Alonso Becerra. Antes
de su marcha sabemos que hace algunas obras en la Península como la
iglesia de Herguijuela y otras obras en su ciudad natal.
En 1573 lo hallamos en México al
frente de las obras de la iglesia del convento de Santo Domingo. Dos
años después lo encontramos trabajando en la catedral de puebla
como maestro mayor. Un informe hecho por el arquitecto en 1584, al
referirse a su labor en la catedral de Puebla nos dice que «la sacó
de cimientos y fabricó y traçó de obra de muy buen edificio». Lo
cual nos hace creer como suya la obra de la catedral. Por su
semejanza con la de México y por esta afirmación rotunda se
plantea el problema de la posible intervención de B. en la de México.
Sin embargo, lo más lógico es suponer que en Puebla hizo una copia
o réplica de la catedral de la capital. La labor de nuestro
arquitecto se extiende a otros monumentos mexicanos antes de su
traslado a América del Sur, en donde le hallamos trabajando en
Quito y Perú.
El virrey del Perú D. Martín Enríquez
de Almansa llama a B., que aparece en Lima en 1582, con el fin de
llevar a cabo la construcción de las catedrales de Lima y del Cuzco.
Las trazas de la primera se deben, por datos documentales, a nuestro
arquitecto, que introduce pilares cruciformes en la separación de
las naves; en cuanto a la del Cuzco, si documentalmente no podemos
atribuirla a B., su estructura es idéntica a la de Lima. De manera
que o la trazó B., o se imitó la de Lima prácticamente al pie de
la letra. De la labor de B. en España antes de su partida para América
se conocen algunas obras en Trujillo.
V. NIETO ALCAIDE.
Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991
(Indice)
Juan de Badajoz el Mozo
(murió en 1560)
Arquitecto y escultor español. Sucedió a su padre en los trabajos
de la catedral de León en 1525, renovando los pináculos, y
rehaciendo el claustro con nuevas nervaduras y bellos medallones.
Construyó la Librería de San Isidoro, y en 1549 fue encargado de
las obras del convento de San Marcos, en el que edifió el claustruo
y doble sacristía. (Indice)
Claudio de Arciniega (siglo
XVI)
La personalidad de la mayoría de los arquitectos españoles que
pasan a Nueva España en el s. XVI nos resulta insuficientemente
conocida, es más lo que sabemos acerca de las obras mismas que de
sus propios autores. De la vida de A. se sabe muy poco: que n. ca.
1527, probablemente en Burgos, que en España trabajó también en
Madrid y Guadalajara, encontrándose en México poco después de
mediar el siglo y que disfrutó de una gran estimación entre sus
contemporáneos. Cervantes de Salazar le llama «arquitecto
excelente». Y, en efecto, a su cargo debieron estar importantes
obras, pues en 1578 se le otorga el nombramiento de «obrero mayor
de la Nueva España».
La catalogación de las obras que
realiza en México es problemática y pues conocemos documentalmente
obras hechas por él que se han perdido y sabemos de otras en las
que interviene, pero que experimentaron cambios después de su
muerte, acaecida en 1593. A. es el autor de la traza de la catedral
de México, aunque el edificio se terminó años después de su
muerte. En 1570 era maestro mayor de la catedral; este nombramiento
sería reciente, pues aunque la primera piedra se puso en 1563 las
obras se interrumpieron hasta volverse a reanudar por estos años.
De esta actividad en Nueva España poseemos algunos datos que nos
muestran con toda evidencia que A. fue uno de los arquitectos de su
tiempo más solicitados en México. Parece ser que intervino en el
Hospital de la Concepción y, en los desaparecidos Hospital Real de
Indios y de Convalecientes y que siguiendo sus trazas se hicieron
los conventos de S. Domingo y S. Agustín, así como otras noticias
nos informan acerca de su labor en la catedral de Puebla.
V. NIETO ALCAIDE.
Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991
(Indice)
Alonso de
Covarrubias (1488-1570)
Arquitecto español, n. en 1488 en Torrijos (Toledo); m. el 11 mayo
1570 en Toledo, y recibió sepultura en la parroquia de S. Andrés.
Es el principal arquitecto de la escuela toledana del Renacimiento.
Debió formarse en torno a los talleres de arquitectura
hispanoflamenca de Egas (v.), con quienes estaba emparentado,
renovando su estilo al contacto de la obra de Lorenzo Vázquez (v.)
y de los maestros renacentistas que trabajaban en la zona de
Guadalajara, como los Adonza.
Primeros tiempos. En 1510 casa con
María Gutiérrez de Egas, y este mismo año ya consta su intervención
como maestro al dar su parecer sobre la obra de la catedral de
Salamanca. Dos años después se le cita en la junta de arquitectos
que se reúne en Salamanca para tratar de la construcción de la
nueva catedral. En 1513 contrata el sepulcro de D. Francisco de
Rojas para la capilla de la Epifanía en la iglesia toledana de S.
Andrés, mostrando un estilo que entronca con el de los Egas, con
atisbos renacentistas, como igualmente se advierte en los sepulcros
del obispo D. Tello de Buendía y del arcediano de Calatrava, en la
nave de la Epístola de la catedral de Toledo, que hace seguidamente.
A partir de ahora sigue una evolución
que, si bien lentamente, camina sin desmayo por la senda de la
incorporación de las formas renacentistas, en lo que radica la
importancia de su arte, ya que sin romper con la tradición artística
toledana tiende a fundir las formas góticas con las nuevas formas
renacentistas. Se inicia claramente esta evolución con su
participación, entre 1515 y 1517, en la catedral de Sigüenza,
donde interviene en el retablo de S. Librada y en el sepulcro de D.
Fadrique de Portugal. Por estos años debió iniciar su intervención
en la obra más importante de la primera fase del plateresco
toledano, el Hospital de Santa Cruz, fundación del card. Mendoza,
en el que está documentada dicha intervención en 1524. En esta
obra muestra su íntima relación con el arte de Lorenzo Vázquez,
con formas que se repetían en la desaparecida escalera y patio del
Palacio arzobispal de Alcalá de Henares. Simultáneamente, se
reconoce su actividad en Guadalajara, donde consta su participación,
en 1526, en la iglesia del convento de laPiedad, completando la
labor hecha por Lorenzo Vázquez en este antiguo palacio de la Casa
de Mendoza. Primera etapa plateresca. Por estos años se afianza su
prestigio como arquitecto, pues consta su intervención dando
pareceres, en 1527, en la catedral de Toledo, en 1529 en la catedral
y en la Univ. de Salamanca, y en la catedral de Segovia en la misma
fecha. En 1530 traza con Siloé la capilla de Reyes Nuevos de la
catedral de Toledo, en cuya ejecución interviene activamente,
simultaneando esta obra con la construcción del Sagrario nuevo de
la catedral de Sigüenza, del que se encarga en 1532, estando al
frente de la obra hasta 1535. Esta etapa se caracteriza por el
empleo de un estilo plateresco (v.), minucioso, detallista, de buena
labra, en el que la extrema delicadeza y exquisito gusto en los
detalles van acompañados de una técnica cuidada merced a la cual
se valoriza el sentido plástico de las labores escultóricas. En
1534 es nombrado maestro mayor de la catedral de Toledo, cargo que
desempeñará hasta que se le jubile en 1566; poco después, en
1537, es designado, con Luis de Vega, maestro de los Alcázares
Reales de Sevilla, Toledo y Madrid, coincidiendo con una perceptible
evolución en su estilo.
Como obras finales de la primera
etapa plateresca del maestro pueden citarse, como más características,
la reedificación, en 1534, del Monasterio de S. Clemente de las
Bernardas Calzadas de Toledo, en cuya portada se halla una de las más
bellas muestras del plateresco toledano. También corresponden a
este momento el bello claustro del Monasterio de Lupiana
(Guadalajara), la traza de la portada de la capilla de S. Juan, bajo
la torre de la catedral de Toledo, y otras pequeñas obras en
Navacerrada, Novés y Escalona.
La reacción purista. Como queda
dicho, hacia 1537 se advierte una clara evolución hacia un purismo
renacentista que define la segunda fase del plateresco en Castilla.
A partir de ahora, C. se preocupa más por la búsqueda de efectos
grandiosos, monumentales, en que la decoración menuda queda
relegada a un segundo término. En este año, en efecto, se encarga
de la iniciación de la profunda reforma del Alcázar de Toledo,
después interviene, a partir de 1541, en el Hospital de Afuera, del
que es nombrado maestro mayor, siguiendo las trazas de Bartolomé
Bustamante (v.). En ambas obras dominan las notas características
del plateresco purista, reduciéndose la decoración al mínimo. Por
otra parte, su actividad como maestro experimentado se registra en
numerosas obras. En 1537 participa en las trazas para la prosecución
de las obras de la catedral de Plasencia. Asimismo consta que da
pareceres y visita obras en Salamanca (1538), Valladolid (1538),
Sevilla (1542), en Huecas, donde estipula las condiciones para la
obra de la capilla mayor de la iglesia (1545), y en Valencia,
interviniendo en las trazas de la iglesia de S. Miguel de los Reyes
(1546); del mismo modo está documentada su continua asistencia a
las dos obras más importantes que dirige por estos años, el Alcázar
y el Hospital de Afuera, en Toledo.
En 1549 da las trazas de la parroquia
de la Magdalena, de Getafe, en la que es evidente el triunfo del
nuevo estilo; no obstante, la afición a lo decorativo aún se
mantiene en las cabeceras de las iglesias toledanas de S. Román y
S. María la Blanca, ambas realizadas en 1550 aprox. También, por
estas fechas, intervino en Cuenca, donde debió dar las trazas para
el llamado Arco de Jamete, en la catedral. En 1554 dirige las obras
de ensanchamiento de la plaza del Ayuntamiento de Toledo y en 1559
da las condiciones y trazas para una de sus obras más características,
la Puerta Nueva de Bisagra, en Toledo, una de las creaciones más
bellas del Renacimiento español.
Pero, propiamente, a partir de 1555,
su actividad se va reduciendo a emitir informes y tasaciones. A
pesar de la documentación, no es verosímil que labrase él mismo
el sepulcro del clavero de Calatrava, fray Fernando deCórdoba, en
Almagro, de 1555. Su nombre figura dando condiciones para la capilla
de la Epifanía en S. Andrés de Toledo (1556) así como para la
torre de Olías del Rey (1559), en la tasación de un puente sobre
el río Guadajaroz (1560) y en las obras de la iglesia de Mocejón
(1562). Ya casi octogenario, se le jubila como maestro mayor en las
obras de la diócesis toledana y, seguidamente, de las de los Reales
Alcázares, cuando ya las obras de El Escorial (v.) señalaban la última
fase en la evolución de la arquitectura renacentista castellana.
JOSÉ MAREA DE AZCÁRATE.
Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991
(Indice)
Juan de Herrera
(1530-1597)
Los primeros años. En Mobellán, aldea del concejo de Roiz y valle
de Valdáliga, en las entonces Asturias de Santillana (Santander),
n. Juan de Herrera, en 1530. Su abuelo fue Ruy Gutiérrez de Maliaño
y Herrera, señor de la Casa solariega de Maliaño, cuyo segundo
hijo Pedro Gutiérrez de Maliaño, casó con María Gutiérrez de la
Vega y de su matrimonio vinieron al mundo J. de H. y María de
Herrera. Los primeros años de Juan transcurrieron en el hogar
paterno, sobrio como correspondía a unos modestos hidalgos montañeses,
donde aprendió las primeras letras.
Todavía mozo (1547) bajó a Castilla,
entró al servicio del príncipe Felipe y acompañándole sale de
Valladolid en 1548, atraviesa Italia y Alemania y alcanza por último,
abr. de 1549, la corte imperial de Bruselas. Aquí permaneció hasta
1551 en que regresó al punto de partida, figurando siempre en el
cortejo del futuro Rey. En 1553 sentó plaza de soldado y marchó a
Italia formando en la Compañía del capitán Medinilla; poco después
era nombrado arcabucero de a caballo en la guardia del general
Fernando de Gonzaga, a quien sirvió en este puesto durante las
campañas del Piamonte y más tarde en tierras de Flandes,
participando en la jornada de Rentín, la última acción guerrera
de Carlos V. Cuando Fernando de Gonzaga retornó a Italia, H. quedó
incorporado a la guarda del César y en su compañía siguió los últimos
pasos del Emperador hasta su abdicación, para volver al servicio de
Felipe 11, con quien regresó a España el año 1559. Fueron cinco años
de asistencia en la corte de Bruselas, cuyo elevado nivel cultural
hubo de influir en H. permitiéndole adquirir durante esta etapa
formativa sólidos conocimientos científicos y humanísticos.
Ya en España, se unió al grupo que,
bajo la dirección de Honorato Juan, se ocupó de la enseñanza del
príncipe Carlos, y en el ejercicio de estas funciones copia las
figuras astronómicas del Libro de las Armellas, tarea que concluye
en 1562. Asimismo, por orden de Felipe 11, recibió los «papeles»
de Esquivel, que tenía Guevara, con las mediciones geodésicas para
la confección del mapa general o «Carta de España», considerándole,
sin duda, la persona más capacitada para continuar aquella empresa.
La época de El Escorial. Por
entonces había comenzado la fábrica de S. Lorenzo el Real de El
Escorial, bajo la dirección y conforme a las trazas de Juan
Bautista de Toledo, a cuyas órdenes comenzó a trabajar H. el 18
feb. 1563, junto con Juan de Valencia, para acudir a tomar la horden
de las obras y cossas que conuiniere hazerse. H. cuenta treinta y
tres años y aunque en la cédula de su nombramiento se alude a la
habilidad que tiene en cossas de architetura; es la primera vez que
tal actividad está documentada. Se le había fijado un salario de
cien ducados anuales, y a poco de incorporarse a sus funciones
asistió a la colocación de la primera piedra, en la que figuraba
una inscripción latina con la fecha (23 abr. 1563) y los nombres
del monarca y su arquitecto, redactada y dibujada precisamente por
H. Inició antes de estas fechas el trato con Juana Martínez, en la
que hubo una hija natural: Luisa de Herrera.
Con el transcurso de los años se
hace cada vez más patente su intervención en las trazas para El
Escorial y en las obras de otras posesiones reales. A partir de 1565
comenzó a andar continuamente con S. M. a donde quiera que iba, y
vio aumentado su salario anual -14 mar. 1567- a 250 ducados, mejora
que demuestra la creciente importancia que adquiere su figura y la
singular competencia que desarrolla en sus funciones.
A la muerte de Juan Bautista de
Toledo -19 mayo 1567- recae sobre él la responsabilidad de llevar
adelante la fábrica escurialense, y pronto pone de manifiesto, así
en la dirección de las obras como en las trazas que ha de realizar,
su talento y una preparación artística nada comunes. La satisfacción
del monarca, que siempre y en todo hizo sentir su opinión, se
refleja en el oficio de ayuda de la f urriera con que premió (1569)
aquellos trabajos, pues los gajes de este empleo suponían un
aumento anual de 150 ducados. Más adelante, la envergadura que
adquieren las obras del monasterio suponen tanto trabajo y
responsabilidad para el arquitecto, que Felipe 11 dispone se le
construya en la villa un aposento, donde tenga albergue y se
custodien las trazas y demás papeles tocantes a las obras.
Su vida privada toma nuevo rumbo en
1572, al contraer matrimonio con María de Álvaro, viuda reciente,
de situación acomodada, que le proporcionaría un mejor nivel de
vida pero no así descendencia. Por entonces, o algo antes, hizo los
diseños para la casa que alzó en Madrid su antiguo amigo Jacobo de
Trezo. De otra parte, y como el incremento de las obras en el
monasterio de S. Lorenzo hacía cada vez más complejo su gobierno,
hubo que renovar las disposiciones iniciales; H. redactó una
Instrucción que fue meticulosamente examinada por Felipe II,
rectificada en ocasiones y aprobada, por último, el 22 oct. 1572,
al tiempo que se introducían, para facilitar los trabajos, ciertos
ingenios inventados por H., a fin de trasladar y elevar los
materiales más pesados y de difícil manejo con menor esfuerzo y
mayor economía. También corresponden a este año las trazas,
designios y otros memoriales confeccionados para la Lonja de Sevilla,
la primera obra de una envergadura considerable que le estuvo
encomendada de manera exclusiva. Todavía tuvo tiempo en los últimos
meses de este año para ocuparse de las trazas a que se ajustaría
la fábrica del monasterio franciscano de S. Domingo de la Calzada,
que le había encargado Fray Bernardo de Fresneda.
A principios de 1573 estudiaba, junto
con Gaspar de Vega y Juan de Salamanca, las obras que habían de
transformar en Archivo la antigua fortaleza de Simancas y disponía
el plan general de los trabajos que supervisó en lo sucesivo,
conforme se fueron realizando. Ocupóse asimismo, por encargo del
monarca, de las trazas para la escalera principal y la capilla del
Alcázar de Toledo, así como de las correspondientes al cuarto
nuevo del palacio de Aranjuez. Su indudable afición a la cosmografía,
corroborada por los libros y aparatos varios que poseyó, le llevó
a inventar ciertos instrumentos astronómicos para los que obtuvo de
Felipe 11 (13 dic. 1573) el privilegio de fabricación y empleo.
El 3 feb. 1575 casaba Luisa de
Herrera, su hija natural, con el alguacil de corte Pedro de Baños y
María de Álvaro la dotaba con 3.000 ducados. Años atrás había
muerto el padre del arquitecto y estaban retenidos todos sus bienes
en el lugar de Mobellán por deudas insatisfechas; pleitearon Juan y
su hermana María de Herrera por la hacienda patrimonial y al cabo
pudieron cobrarla el 12 sept. 1575. Vivía H. en su casa, propiedad
de su mujer, en la calle de los Bodegones Viejos y aprovechando
acaso el desahogo económico que su matrimonio le proporcionaba,
proyectó levantar su propia casa, para lo que solicitó, y obtuvo
de Felipe 11, un pedazo de tierra y solar encima de la Fuente de la
Priora, del que tomó posesión en junio de 1576. Pero dos meses
después fallecía, sin dejar hijos, María de Álvaro y aunque le
instituyó su heredero universal, parece que desistió de aquel propósito
y nada hizo en el solar que, por cierto, quiso recobrar inútilmente
Felipe II.
A pesar de que las funciones de H.
rebasaban con mucho el cargo oficial que se le reconocía, ni
siquiera tenía título de arquitecto real; la injusticia o la falta
de proporción se acusaban más todavía en el sueldo que cobraba,
por lo que el monarca, teniendo en consideración a lo bien y al
cuidado con que le había servido y sirve continuamente, en lo
tocante a las reales obras y arquitectura, fijó su salario en 800
ducados anuales, la mitad con cargo a la fábrica de El Escorial y
la otra mitad, a las obras del Alcázar madrileño y Casa Real del
Pardo (14 sept. 1577). De paso, y a suplicación de Herrera, le
quitaba el oficio de ayuda de la furriera y sus gajes, precisando a
cambio el cargo y obligación que le corresponderían en lo sucesivo.
Su prestigio profesional va en aumento y así lo prueba la medalla
que le consagró Jacobo de Trezo en 1578, donde labró el único
retrato auténtico que del arquitecto conocemos, y que corresponde a
las fechas en que se ocupaba diseñando la fachada mediodía del Alcázar
toledano y el retablo para S. Lorenzo el Real.
A principios del año siguiente
redacta su primer testamento, notable por la moderación con que
dispone sus honras fúnebres y la generosidad con que establece
mandas y limosnas, así como la fundación de una memoria para enseñar
el catecismo y la doctrina de Raimundo Lulio (v.) a los naturales
del valle de Valdáliga, solar de sus abuelos. Designado en 1579
aposentador mayor de palacio, puede señalarse el hecho como la
primera distinción honorífica que recibe de su Rey; el oficio es
importante, pero, sobre todo, incluye dos prerrogativas muy
estimadas en la corte de los Austrias: recibir las órdenes de boca
de S. M. y el libre acceso a la cámara real.
Desempeñando estas funciones hubo de
acompañar a Felipe 11 en la jornada de Portugal iniciada en marzo
de 1580, y dirigir las obras en las casas reales que debía ocupar
el monarca en Lisboa, preparar el recibimiento que la ciudad había
de dispensarle, y aún tuvo tiempo para emplearse en las trazas del
monasterio de San Vicente da Fora, que debía levantarse en Lisboa,
y para colaborar con los cosmógrafos lusitanos en la confección de
la carta general que delimitaría las posesiones de ambos países en
ultramar.
Regresó a Madrid en otoño de 1581 y
a este periodo corresponden las trazas para la huerta real de
Picotajo (Aranjuez) y las del puente sobre el río Guadarrama. El 6
feb. 1582 obtiene de S. M. una curiosa merced: la de beneficiar los
mineros y veneros de cobre e plomo del prencipado de Asturias de
Oviedo, para cuya empresa se asoció con el arquero. Gerald de Gosse.
Inspeccionó la marcha de las obras reales que se llevaban a cabo en
Aranjuez, Segovia, Valsaín, La Fuenfría y S. Lorenzo el Real; aquí
se hallaba el mes de junio, pues el día 23 asistió a la colocación
de la cruz en la aguja del cimborrio de la Iglesia. Por estas fechas
contrajo nuevo matrimonio, para entroncar directamente con la Casa y
Mayorazgo de los Herrera, en Maliaño, porque lo hizo con su sobrina
en tercer grado: Inés de Herrera, hija única de Marcos de Herrera,
señor de la Casa solariega. Poco después se reintegraba a la corte,
en Lisboa, donde por orden de Felipe 11 diseñó la torre que debía
levantarse junto al palacio real, a orillas del Tajo. A esta etapa
igualmente pertenecen las trazas para el palacio del Castel Rodrigo
y las instrucciones que dio para que se construyera una tribuna en
la iglesia de las Descalzas Reales de Madrid, para la emperatriz María.
Carecían por entonces los españoles
de cualquier centro en que pudieran adquirir una preparación científica
adecuada, situación humillante y perjudicial a la que quiso poner término
Felipe II instituyendo, a instancia y suplicación de su arquitecto,
en Madrid, la Academia de Matemáticas para formar hombres expertos
y que entiendan bien las matemáticas y el arte de la arquitectura y
otrasciencias y facultades a ellas anejas. Por cédulas despachadas
en Lisboa el 25 dic. 1582 fueron designados para desempeñar las
enseñanzas de astronomía, geografía y matemáticas, Juan Bautista
Labaña, Luis Georgio y Pedro Ambrosio de Onderiz, confiándose a H.
la enseñanza de la arquitectura y la tarea de coordinar y vigilar
todos los estudios.
Regresó H. a España con la corte (marzo
de 1583) y asistió a la colocación de la imagen de S. Lorenzo en
el pórtico principal del monasterio escurialense. Buen número de
las trazas y diseños que había dibujado para la construcción de
esta inmensa fábrica habían desaparecido, con los años, por el
constante uso en los tajos y obras; algunas las conservaba Felipe
11, y no pocas debió de retenerlas el propio arquitecto, quien a
principios de 1583 estimó que era justo se diese muestra por todo
el mundo de una tan insigne fábrica mediante una colección de láminas
que representasen la magnificencia del monasterio. En este sentido
mandó un memorial a la Cámara de Castilla suplicando el oportuno
privilegio, que confirmó de su mano el monarca (septiembre de 1583)
por tiempo de quince años. El propio H. con la ayuda de Francisco
de Mora y de Jusepe Flecha, se ocupó de hacer los necesarios
dibujos, encargando al flamenco Pietro Perrete la tarea de abrir las
planchas de cobre, a cuyo fin lo hizo venir de Roma e instaló en su
propia casa.
Este mismo año terminó los diseños
para la Lonja sevillana, dieron comienzo las obras y obtuvo el abono
de mil ducados por las trazas y dibujos que tenía enviados a lo
largo de once años. Para la proyectada Academia de Matemáticas se
había alquilado una casa, en la calle del Tesoro, se redactaron
unos estatutos y en octubre de 1583 iniciaba sus actividades la
institución con gran cantidad de oyentes. Por estas fechas debió
trazar el ingenio hidráulico que debía emplearse en la Casa de la
Moneda de Segovia, a orillas del Eresma. El éxito inicial de la
Academia de Matemáticas era tan prometedor que Felipe 11 dispuso
que los estudios de arquitectura, que formaban parte del plan
general, se dieran por separado para la mejor capacitación de
alarifes y demás profesionales; la nueva aula debía establecerse
precisamente en Madrid, por lo que el Concejo de la villa ordenó
(1584) la creación de tal estudio, cuya suerte se desconoce.
En mayo de 1584 remitió al
secretario Mateo Vázquez un largo memorial en que da razón de su
vida, méritos y servicios, por los que se consideraba acreedor de
nuevas mercedes, si bien omitía aquellos otros trabajos que juzgaba
retribuidos. Curiosamente, acababa su escrito pidiendo al Rey su
grata licencia para retirarse a la tierra natal después de acabado
el retablo de San Lorenzo. Acaso redactara el memorial en instantes
de cansancio o decaimiento pero, en el orden económico la petición
de nuevas mercedes no responde a una situación difícil o penosa,
sino a mera costumbre de todos los servidores reales, puesto que en
junio de 1584 H. estaba en condiciones de entregar a la villa de
Torrenueva 4.000 ducados a censo, además de tener invertidas otras
cantidades en diversos préstamos e hipotecas.
Entre tanto, tocaban a su fin las
obras del conjunto palacial de Aranjuez, con los jardines, la
capilla y el cuarto nuevo de la Casa Real, al tiempo que se
comenzaban las de la Casa de Oficios, trazada también por H. Poco
después (13 sept. 1584) se puso la última y postrera piedra del
monasterio escurialense, que remataba la obra de cantería y
coronaba una empresa de muchos años, si bien todavía quedaban
pendientes nuevas trazas y consultas para completar y embellecer la
magna fábrica. El dibujo de las estampas estaba casi terminado,
pero el corte de las láminas era un trabajo lento en el que Perrete
avanzaba despacio, por lo que H. decidió reducir a 12 las 23
estampas previstas y estableció ante escribano, con el grabador,
las condiciones y ritmo del trabajo restante.
Los años finales. Mediado noviembre
de 1584 nació su hija Lorenza, primer fruto del matrimonio con Inés
de Herrera, y el 6 de diciembre inmediato otorgaba nuevo testamento
declarándola su heredera universal. Sentíase deprimido y enfermo,
pero debió de sobreponerse, pues continuó sus trabajos,
resolviendo el trazado para la conducción de aguas a Valladolid y
diseñando las casas del Consistorio y Panadería (1585) de esta
misma ciudad. No se sabe cuándo inició las trazas para la catedral
vallisoletana, pero es presumible que se hiciera cargo de ellas en
el curso de las obras antes referidas. El incendio de unas casas en
la entonces plazuela de Zocodover, Toledo, fue motivo para que
Felipe II dispusiera que se reedificase toda ella, con la traza y
orden que se dio firmada por H.
El 6 ag. 1586 era bendecida la
iglesia del monasterio de El Escorial y en esa villa fallecía poco
después (10 de septiembre) Marcos de Herrera, recayendo sobre el
arquitecto el oficio de regidor de Santander que poseyera su suegro.
Nueva muestra de la estimación que Felipe II sentía por su
arquitecto fue la sustitución del salario que Herrera venía
percibiendo por una renta anual de mil ducados (7 jul. 1587).
Un mes más tarde concertaba la
estampación de 52.000 láminas con Jerónimo Gaeta y Francisco
Testa, cuando ya Pietro Perrete iba terminando el corte de las
planchas. El 1 de noviembre bautizaban a Orsula, su segunda hija, y
en diciembre las Cortes reunidas en Madrid le llamaban, junto con
Juan Bautista Labaña, para que informase sobre la conveniencia de
leer matemáticas en algunas ciudades del reino. A principios de
1589 se imprime el Sumario y breve declaración que acompaña a la
colección de estampas del monasterio de S. Lorenzo y poco después
acabaría la tirada de las láminas, haciéndose una impresión en
raso v tafetán para Felipe II.
Las trazas para el aposento de Felipe
II en Torrelodones son de 1590. El 13 de junio de ese año bautizábase
a Luisa, su tercera hija, y a finales del mismo recibe el homenaje
de una alegoría que le dedica Otto van Veen y graba Pietro Perrete.
En 1591 nace su cuarta hija, Petronila, seguida de Catalina (11 jun.
1592) y, por fin, en 1594, Juan, el hijo varón que costaría la
vida de la madre y que falleció asimismo en septiembre del año
siguiente. Estas últimas desgracias afectaron seriamente la salud
de J. de H., que contaba ya 67 años, conduciéndole a la muerte,
acaecida en Madrid el 17 en. 1597.
L. CERVERA VERA.
Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991
(Indice)
Toledo, Juan Bautista de
(1509-1567)
Arquitecto español. Se desconoce la fecha y lugar de su nacimiento,
así como su actividad en sus años mozos. Parece ser que trabajó
en la fábrica de S. Pedro de Roma, en tiempos de Miguel Ángel. Fue
luego arquitecto de las obras reales en Nápoles, donde el virrey le
concedió un oficio con 200 ducados anuales de renta, dirigiendo la
construcción de unos baluartes en la fortaleza de Castelnuovo. Allí
casó con úrsula Jubaria, de la que tuvo dos hijas. Sus trabajos
para el virrey de Nápoles pueden fecharse entre 1548 y 1559. Por cédula
de 15 jul. 1559, Felipe II le tomó a su servicio y le ordenó que
pasase a Madrid; tendría una asignación de 220 ducados anuales y
el cargo de trazar y dirigir las obras reales, con excepción de las
encomendadas a Gaspar de Vega en Segovia..Uno de sus primeros
encargos pudo ser la fachada de las Descalzas Reales de Madrid. En
1561 trazó las casas de oficios y las caballerizas de Aceca y
dispuso algunas obras en el palacio de Aranjuez. Establecido por
entonces en Madrid, quiso que su mujer y sus hijas se reunieran con
él, pero naufragaron en la nave que las trasladaba desde Nápoles.
Felipe II había determinado levantar
un monasterio donde se intercediera por las ánimas de sus padres, y
el 12 ag. 1561 nombró a T. arquitecto del edificio que se alzaría
en San Lorenzo de El Escorial (v.). Una vez elegido el emplazamiento
y examinadas las trazas de otras fundaciones semejantes, inició T.
sus diseños en estrecho contacto con los frailes, sin abandonar por
ello sus tareas en las demás obras reales. En julio de 1562 terminó
la «planta de los principales miembros del edificio». Contó con
la ayuda de Juan de Herrera (v.), designado a tal efecto por cédula
real de 18 feb. 1563. La primera piedra del monasterio escurialense
fue colocada el 23 abr. 1563; dos meses más tarde, T. terminaba en
Madrid el modelo general en madera del monasterio, y transcurrido un
mes llevaba al Pardo todas las trazas de la fundación para mostrárselas
al rey y recibir sus instrucciones.
Además de ocuparse de la fábrica de
El Escorial, T., junto con los demás arquitectos y artífices de su
tiempo, trabajó en las obras que se efectuaron en el alcázar
madrileño, Aranjuez, El Pardo y Valsaín. Sus planos de El Escorial
fueron modificados a causa de los cambios que los jerónimos
introducían y por las observaciones de Felipe II, que examinaba
todos los detalles y decidía en último extremo. Tantas
alteraciones, dudas y consultas entorpecieron la tarea del
arquitecto que, por otra parte, había de luchar contra la
desobediencia frecuente de los maestros y del personal subalterno. A
excepción de la planta general, puede afirmarse que su labor en el
monasterio no representa sino una pequeña parte de la obra.
Fue hombre instruido, a juzgar por
los libros que poseyó. Otorgó testamento el 12 mayo 1567 y falleció
en Madrid siete días después, siendo enterrado en la parroquia de
Santa Cruz.
SALVADOR MENSUA.
Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991
(Indice)
Alonso Cano (1601-1677)
Vida. Artista español, de plurales técnicas (pintor, escultor y
arquitecto) del s. XVII. Hijo del ensamblador Miguel Cano y de María
de Almansa, n. en Granada, siendo bautizado en la parroquia de S.
Ildefonso el 19 mar. 1601. La familia (matrimonio, cuatro hijos y
dos hijas) se trasladó en 1614 a Sevilla, donde Alonso trabó
amistad con Diego Velázquez, sobre todo a partir del 17 ag. 1616 en
que ingresó como aprendiz en el taller de Francisco Pacheco. Su
primera pintura fechada (1624), un S. Francisco de Borja, ahora en
el Mus. de Sevilla, presenta bondad suficiente como para justificar
dos años después su ingreso en el gremio de pintores. El 26 en.
1625 casó con la viuda María de Figueroa, pero ésta m. en 1627.
Abundancia de documentos acreditan la actividad profesional de C. (sobre
todo, colaboración en la factura de retablos) hasta 1638, pero de
todas esas noticias hay que destacar dos, importantes: la fechada el
29 mayo 1630, en que C. solicitó que Zurbarán sufra su
correspondiente examen de aptitud para ejercer la pintura en Sevilla,
y la de 31 jul. 1631, en que nuestro artista contrajo nuevo
matrimonio con María Magdalena de Uceda Pinto de León, muchacha de
12 años de edad, sobrina del pintor Juan de Uceda Castroverde. Por
lo demás, es constante la relación de C. con no pocos de sus
colegas, con motivos tan varios como (en 1636) la venta de un
esclavo negro al pintor Pablo Legote. Paula de Sevilla. Arguyen en
el gran escultor una nueva riqueza de dicción y de movimientos que
pronto darán lugar a la corta y preciosa producción de la etapa
madrileña, la visible en el encantador Niño Jesús con la Cruz a
cuestas (S. Fermín de los Navarros, Madrid); en el tan clásico
Crucifijo de Lecaroz (Navarra) y la paternidad probable del s. Juan
Bautista Niño, del palacio arzobispal de Granada.
A lo hecho en esta ciudad pasamos
seguidamente. Y es, con toda seguridad. Lo más valioso de la obra
escultórica de C. Se trata de la maravillosa lnmaculadita tallada
(1652-56) para remate del facistol del coro de la catedral; pero,
lograda tan extremadamente bonita y grácil, no se puso allí, sino
en la sacristía, para mejor deleite visual. En su lugar, hizo C.
una tierna y sentidísima Virgen de Belén, también pieza de
antología. De 1656, las cuatro grandes tallas del convento del
Angel Custodio (S. José, S. Antonio de Padua, s. Pedro de Alcántara
y S. Diego de Alcalá), desbastadas por Mena, y que impresionan por
su tamaño colosal. Más canesca y deliciosa, la estatua en mármol,
para el mismo templo, del Angel Custodio, admirable de ritmo y de
sentimiento.
Por fin, en la última etapa de su
labor escultórica, destacan de entre las abundantes cabezas, la de
s. Juan de Dios, en el Mus. de Granada y, de entre los bustos, los
de Ecce Horno, y los de s. Pablo y Adán y Eva, éstos colosales, en
la catedral. Puede asegurarse que tal pareja de prototipos humanos
es lo más perfecto de lo tallado por C., que en sus postrimerías
vitales quiso dejar constancia del canon de selección masculina y
femenina. La Eva, particularmente, asombra por su inverosímil
belleza, aplicable a la moda de no importa qué tiempo o siglo.
Quedan sin citar, forzosamente, otras muchas esculturas el artista
granadino.
Faceta pictórica. Será normal que
hallemos una evolución semejante a la acabada de apuntar en cuanto
a escultura, si procedemos a una revisión, parecidamente breve, de
la trayectoria pictórica de C. También el sevillalismo será
patente al principio, con piezas como el S. Juan Evangelista de ca.
1625 (Barcelona, Col. Castell), que tiene un no se sabe qué del Velázquez
joven. Ya se mencionó el S. Francisco de Borja, de la misma fecha,
y ha de suponerse que ésta corresponda asimisino al sobrio retrato
de eclesiástico, en la Hispanic Society, de Nueva York. Se han
perdido las escenas de la vida de S. Teresa, de 1628, pintadas para
las carmelitas de S. Alberto, de Sevilla, pero, aparte obras como
Jesús atado a la columna, del tabernáculo de la iglesia de La
Campana (1631-32), se conservan las Animas del Purgatorio, de 1636 (Mus.
de Sevilla), antes en la capilla de Montesión, y la superiorísima
Visión de Jerusalén por S. Juan Evangelista, un tiempo en el
retablo del titular en S. Paula, ahora en la Col. Wallace, de
Londres, y una de las más inolvidables obras de C., riquísima de
color. De parecida fecha son los dos lunetos alusivos a S. Rafael,
en colección particular de Jaén, y verosímilmente, esto es, ca.
1635-37, aquella gallarda y bien plantada S. Inés, aniquilada por
el fuego en Berlín en 1945. Todavía son de la etapa sevillana:
Camino del Calvario, excelentísima pintura hoy en el Mus. de
Worcester, seguramente procedente de S. Alberto, de Sevilla; Ecce
Horno, que se conserva, en regular condición, en la iglesia de S.
Ginés, de Madrid; y la Virgen y Niño, de la catedral de Sevilla.
Hasta aquí lo hispalense.
Lo madrileño comienza con obras un
tanto desconcertantes, como el S. Antonio de Padua y el Niño (S.
Francisco el Grande, Madrid) o los hinchados y casi caricaturescos
retratos de reyes medievales, hoy en el Mus. del Prado. Pero no
tardan en llegar encargos más afines al artista, p. ej., en 1645,
los retablos para la iglesia de la Magdalena, de Getafe, con un
total de 12 lienzos grandes, de los que merecen especial mención
los que refieren La Anunciación y La Circuncisión, de un barroco
muy atemperado. Por desgracia desaparecida la ejemplar Inmaculada de
la iglesia de s. Isidro, se suceden otras obras maestras: El milagro
del pozo, con alguno de los más adorables y sencillos rostros
femeninos que tanto prodigara el artista (Mus. del Prado); S.
Domingo en Soriano (Madrid, Col. Gómez Moreno), obra de perfecta
composición; dos suaves versiones, ambas en el Mus. del Prado, de
Cristo sostenido por un ángel; el Noli me tangere del Mus. de
Budapest, presenta un esquema triangular, muy afín al del mismo
tema por Correggio (en el Prado), que C. debió conocer. Siguen las
piezas magistrales, ya la cabeza de ellas el Descenso al limbo (Mus.
de Los Angeles), cuadro de infinita originalidad sorprendente por el
maravilloso desnudo, a la vez carnal y recatado, de la madre Eva, en
ningún caso inferior al de la Venus del espejo de Velázquez. No
era posible repetir este alarde, y no lo repitió en Los primeros
trabajos de Adán y Eva (Glasgow, Col. Stirling-Maxwell). Pero el afán
de fijar hermosuras femeninas de primera calidad se observa,
mediante modelos diferentes, en la sorprendente lnmaculada del Mus.
de Vitoria y en la Virgen de S. Antonio de Padua, en la Pinacoteca
de Munich. Son de citar, todavía del periodo madrileño,. Cristo y
la Samaritana (Madrid, Acad. de San Fernando) y varias versiones de
Cristo en la Cruz, una de ellas en dicha academia.
De nuevo, como en la revisión de las
esculturas canescas, llegamos a Granada, donde el genio de C. parece
sedimentarse, acaso con menos alardes de inquietud. De momento, las
primeras obras de esta etapa, como la Virgen y Niño, de la Col.
Plandiura, Barcelona, nos traen un prototipo femenino menos selecto.
Pero estos niños son los que ven decorarse, por su mano, la
imponente capilla mayor de la catedral granadina con una asombrosa
serie de pinturas alusivas a la Vida de la Virgen, riquísimas de
color, y entendemos que más renacentistas (del buen Renacimiento
italiano) que barrocas, entre las cuales, con todo y hacerse difícil
seleccionar una, el inútil premio pudiera recaer en La Visitación.
Pero no sólo en su catedral se empleó C.; también en el Angel
Custodio, para donde pintó una Sagrada Familia, que entendemos ser
lo más barroco que salió de su mano; para el convento franciscano
pintó mucho, y de lo subsistente es notable la doble efigie de S.
Bernardino y S. Juan de Capistrano (Mus. de Granada). Solamente hay
suposición, mas no certeza, de que La muerte de S. Francisco
(Madrid, Acad. de San Fernando), con su sabio y extraño fondo de
figuras a contraluz, fuera pintado en Granada. Sí lo serían las últimas
obras fechables del maestro, a la cabeza de todas la espléndida
Visión de S. Bernardo, una de las últimas y más felices adquisi-
ciones del Mus. del Prado. Obras también tardías, las versiones de
Virgen y Niño de la Diputación de Guadala- jara y de la curia
eclesiástica de Granada, y la airosa lnmaculada de la catedral.
Obras arquitectónicas. En fin,
alguna referencia a la tercera dedicación plástica de C., la de
arquitecto, dedicación de la que persisten menos testimonios
documentales que estilísticos tocantes a la intervención de
nuestro hombre en las trazas de las iglesias de la Magdalena y del
convento del Angel. Por el contrario, es sabida la gestión de C.,
desde 1667, en la modelación de la fachada de la catedral, con que
se completaba otra genialidad, la de Diego de Siloé. C. estatuye su
poderío de tracista experimentado al ordenar la composición pétrea
en tres profundos nichos verticales, casi diríamos funcionales, con
el propósito de obtener la mayor grandiosidad y jerarquización de
masas de la fachada. Con esta su prácticamente postrera obra
maestra, C. acababa una vida de fabulosa potencia creadora, no ya
tan sólo perceptible en lo que, a modo de antología, queda
apuntado, sino en cantidad de preciosísimos dibujos previos de
arquitectura, retablos, lámparas, esculturas, pinturas, etc., en
los que siempre luce su primor conceptivo y realizador, dejado hasta
en el más menudo de estos rasguños su ansia, total y perfectamente
lograda, de crear belleza. y mucha belleza creó A. C.
J. A. GAYA NUÑO.
Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991
(Indice)
Pedro de Arrieta (murió
1738)
Arquitecto residente en México, una de las figuras máximas de la
aquitectura colonial mexicana. Colaboró en el alzamiento del plano
de la ciudad de México. Construyó varias de las más importantes
iglesias del país, como la Basílica de Guadalupe, el Templo de la
Profesa, convento y templo de Corpus Chisti, y valiosos edificios y
monumentos civiles. (Indice)
Ribera, Pedro de
(1681-1742)
Arquitecto. En 1626 sucedió a Ardemans en el cargo de arquitecto
municipal de Madrid y se dedicó al embellecimiento de la ciudad.
Bajo las órdenes del Marqués de Vadillo realizó sus dos primeras
obras: El puente de Toledo, que representa una obra maestra no sólo
de arquitectura e ingeniería, sino también urbanística, y el
Paseo de la Virgen del Puerto, conjunto urbano que estaba formado
por la Puerta de San Vicente, Jardines de la Tecla, y fuentes de La
Salud y Las Damas. Todo el conjunto formaba una perfecta unidad
ambiental dominada por la cúpula de la ermita. Realizó varias
fuentes más, entre ellas la de Antón Martín, única que se
conserva. En 1722 comenzó el Hospicio de San Fernando, donde
contrasta violentamente el decorativismo de la fachada con la
austeridad de los muros. Se le atribuyen las portadas de los
palacios de Perales, Miraflores, Torrecilla, Oñate y la fachada del
Claustro del Monasterio de Uclés. Pedro de Ribera fue muy criticado
por los teóricos del neoclásico. Actualmente ha recobrado
importancia, ya que es el único arquitecto que se mantuvo en auge
durante el Barroco y no fue eclipsado por los artistas que llegaron
de Italia y Francia. (Indice)
Churriguera, José
Benito (1665-1725)
Arquitecto y escultor español. Pertenece a una familia de
escultores y arquitectos que dió su nombre al barroco español. De
1692 a 1699 trabaja en la catedral de Salamanca. A él se debe el
retablo del Convento de San Esteban (1692-1703) de un minucioso
decorativismo, en el que utilizó más de 4000 pinos. Las características
de este retablos se repiten en otros de Madrid, como el de San
Salvador de Leganés, la Capilla del Sagrario de la catedral de
Segovia. En 1709 pone fin a su etapa de barroco castizo, y
evoluciona hacia unas líneas más paralelas al rococó francés e
italiano. (Indice)
Casas y Novoa, Fernando
(1685-1766)
Arquitecto, nacido en Santiago de Compostela. No se tienen noticias
anteriores a 1711, cuando comenzó la edificación del claustro de
la catedral de Lugo. Para la misma catedral trazó en 1726 la
capilla de Nuestra Señora de los Ojos Grandes, de planta circular
cubierta con cúpula. En Santiago terminó la Capilla de la Virgen
del Pilar, sustituyendo al aquitecto Domingo Andrade en 1712. También
llevó a cabo la fachada del tesoro de la catedral que da a la plaza
de Platerías. En 1724 se le encargó el patio y el campanario del
colegio de Doncellas Huérfanas en Santiago, y al año siguiente la
Iglesia de las Capuchinas en La Coruña. La obra que le consagró
como arquitecto fue la realización de la Fachada del Obradoiro, de
la catedral de Santiago. Antepuso una gran fachada al Pórtico de la
Gloria para preservarlo de las inclemencias del tiempo, abriendo
grandes ventanales para iluminar las naves. (Indice)
Rodríguez, Ventura
(1717-1785)
Arquitecto, natural de Madrid. Su padre era albañil en el palacio
de Aranjuez, donde le llevó para que aprendiera el oficio. Pero por
sus dotes de dibujante pronto trabajó como delineante, y más tarde
con Juvara y Sachetti delineó el Palacio Real de Madrid. En 1741
fue nombrado aparejador segundo del Palacio Real y en la Academia de
San Fernando fue director de Arquitectura desde su fundación en
1752. Construyó por entonces la Iglesia de San Marcos en Madrid, y
fue nombrado por el rey para construir la capilla del Pilar y
remodelar la basílica zaragozana. En 1764 fue nombrado maestro
mayor de obras y fuentes de la villa de Madrid. Murió después de
sufrir crueles operaciones de cirugía sin ver realizados sus
proyectos más importantes, como la basílica de San Francisco en
Madrid, la de Covadonga, la Biblioteca del Colegio Imperial y la
Casa de Correos. A él se deben las fuentes del Paseo del Prado, el
Convento de los Agustinos de Valladolid, y el Colegio Mayor de San
Ildefonso, en Alcalá. De sus últimos años son el Palacio de Liria
en Madrid (1773), el de Altamira (1774) y la fachada de la catedral
de Pamplona (1783). (Indice)
Villanueva,
Juan de (1739-1811)
Arquitecto, de familia de artistas. El es la figura principal del
estilo neoclásico. A los quince años obtuvo el primer premio de la
clase de aquitectura de la Academia y fue pensionado en Roma donde
se dedicó a estudiar los monumentos antiguos. De vuelta en Madrid
recibió el encargo en 1768 de dirigir las nuevas obras de El
Escorial, donde construyó la Casita del Príncipe, considerada como
una de las mejores obras del siglo XVIII. En Madrid construyó la
Casa del Rezo, hoy Academia de la Historia, el Jardín Botánico, el
Observatoio Astronómico, el Museo de Ciencias Naturales (hoy Museo
del Prado). Como arquitecto de la villa de Madrid, su mayor obra fue
la reforma de la Plaza Mayor. (Indice)
Domenech y
Montaner, Lluis (1850-1923)
Arquitecto, una de las figuras máximas del modernismo. Desde su cátedra
de la Escuela de Arquitectura de Barcelona ejerció gran influencia
en el desarrollo de este movimiento. Sus obras se caracterizan por
una mezcla de racionalismo constructivo y de decoración fabulosa
inspirada en la arquitectura hispano-árabe y en la pasión por el
dibujo curvilíneo. Alguna de ellas, como el Restaurante del Parque,
de Barcelona (1888), hoy Museo de Zoología, ofrece soluciones que
se anticipan a su tiempo (estructuras de hierro y ladrillos visibles),
que más tarde desarrolló en el Palacio de la Música Catalana
(1908), el más extremista de los edificios del modernismo.
Parecidas características se dan en sus grandes conjuntos arquitectónicos
del Hospital de San Pablo (Barcelona) y el Instituto Pedro Mata (Reus).
Autro entre otros libros, de una notable 'Historia y Arquitectura
del Monasterio de Poblet' (1925). (Indice)
Gaudí, Antoni
(1852-1926)
Vida. Arquitecto español n. en Reus en 25 jun. 1852
y m. en Barcélona el 10 jun. 1926. Era hijo de una familia artesana,
de caldereros y latoneros; su padre, Francisco Gaudi, practicaba
este oficio y su madre, Antonia Cornet, era hija también de
caldereros. Andando el tiempo diría el famoso arquitecto que esta
ascendencia influyó en su visión del espacio y en su acusado
sentido plástico.
Antonio, el menor de cinco hermanos,
tuvo una infancia delicada. Su padre quiso ponerle, como al hermano
mayor, en condiciones de seguir estudios superiores. Mientras
estudiaba el bachillerato apenas despertó su vocación, que fue
surgiendo lentamente a través de correrías por el campo y
contemplación de ruinas, algunas tan impresionantes como las de
Poblet. El a. 1869 empezó sus estudios en la Facultad de Ciencias
de Barcelona, preparatorios de la carrera de arquitecto, que ya había
decidido seguir. El a. 1873 ingresó en la Escuela Provincial de
Arquitectura de Barcelona. Obtuvo su título de arquitecto en 1877,
después de unos estudios muy desiguales. Cuando aprobó su examen
final de reválida, el director de la Escuela, D. Elías Rogent,
dijo que había aprobado a un loco o a un genio.
Sus comienzos profesionales no fueron
fáciles. Pasa por épocas de intensa inquietud espiritual. En
tertulias intelectuales y literarias adopta la actitud de un
furibundo anticlerical. Pero siempre que puede ser refugia en su
vocación artesanal. Proyecta y construye unas farolas para la Plaza
Real de Barcelona y entra en relación con los talleres de Carpintería
de E. Punti, donde conoce al escultor Matamala, compañero
inseparable de toda su vida, y al prócer Eusebio Güell, que será
el gran mecenas que le hará entrar por la puerta grande en la vida
barcelonesa. Por su amigo Salvador Pagés, gerente de la cooperativa
Mataronense, entra en contacto con los problemas obreristas y se
inflama de ideas regeneracionistas, filantrópicas y de revisión
social. Su situación en la vida es un tanto oscilante, entre la
alta sociedad burguesa que empieza a favorecerle con sus encargos, y
su obrerismo laico y progresista al que le llevan su espíritu
generoso y la humildad de sus orígenes.
En esto le llega, casi por azar, el
encargo de seguir el templo de la Sagrada Familia el a. 1883, cuando
contaba 31 años. Este templo expiatorio ideado por el piadoso y
acaudalado editor barcelonés D. José María Bocabella había sido
proyectado e iniciado por el arquitecto Francisco del Villar en un tímido
e insípido estilo neogótico. Por desavenencias entre el fundador y
el arquitecto, este último renunció a la obra para no plegarse a
las exigencias del primero. De aquí vino el encargo al joven G. De
no haber sido por esto, el sencillo y anodino templo de Villar se
hubiera acabado hace mucho sin pena ni gloria. Pero G., con el ardor
de su genio, se impuso a Bocabella transformando la modesta idea
inicial en un ambicioso poema plástico-litúrgico que consumió su
vida sin alcanzar a realizar más que una tercera parte de la
grandiosa idea. El destino del arquitecto estaba sellado y su
trayectoria de artista correría paralela a una transformación
profunda de su vida y su espíritu.
Su fraterna amistad con D. Eusebio Güell,
que luego será el primer conde de Güell, le proporciona
interesantes encargos de esta poderosa familia: la Villa El Capricho
en Comillas (1883-85), la Finca Güell en las Corts (1887) y sobre
todo el Palacio Güell en la calle del Conde de Asalto (1885-90) de
Barcelona, su obra más personal y madura del primer periodo.
Un paisano suyo, el Dr. Juan Bautista
de Grau, obispo de Astorga, ejerció considerable influjo en su vida
que empezaba a acusar una profunda y ascética religiosidad. El Dr.
Grau le encomendó la construcción del Palacio Episcopal de Astorga
que llevó a cabo entre 1887 y 1893, pero que no pudo ver acabado
por muerte del prelado. Uno de los problemas que más preocuparon a
Grau fue la restauración de la liturgia, preocupación que tuvo
enorme influencia en su vida y en su arte. G. fue, religiosamente,
un liturgista y entendía la arquitectura como liturgia. Otra
construcción religiosa, el Colegio de Santa Teresa en la calle
Gauduxer de Barcelona, le pone también en contacto con otra
personalidad destacada de la vida religiosa, el P. Enrique de Ossó,
que le mueve con el ejemplo de sus virtudes. El biógrafo de G., César
Martinell, opina que con la construcción del Colegioconvento de las
Teresas en 1880-90 coincide la plena conversión de G. a la más
estricta ortodoxia católica. La religiosidad de G. crece sin cesar,
a la par con el simbolismo místico de su obra. Hombre soltero y misógino,
que desde hacía tiempo había huido del trato femenino, cada vez va
separándose más de los halagos de la vida y del tráfico mundano.
Son pocos ya los amigos que le frecuentan, vive en una villa
apartada del Parque Güell, en la colonia de residencias suburbanas,
especie de ciudad-jardín, iniciada por su amigo y protector. Le
acompaña su sobrina Ejea, hija de una hermana fallecida en plena
juventud.
Barcelona entera le admiraba pero
respetaba su voluntario aislamiento, que casi nunca se atrevía a
romper. Uno de sus grandes amigos es el poeta Juan Maragall. A pesar
de su carácter retraído no puede evitar que el grandioso templo de
la Sagrada Familia, que se va levantando lentamente, despierte la
curiosidad de muchos personajes de marca que desean visitarlo y oír
las explicaciones de su arquitecto. Por allí desfilaron Alfonso
XIII, Pi y Margall, Unamuno, Prat de la Riba, el cardenal Ragonnesi
y muchos prelados españoles y extranjeros.
La historia de los últimos tiempos
de la vida de G. es biográficamente monótona, pues su vida se
cifra en su obra arquitectónica a la que se ha entregado totalmente
y en la práctica de sus devociones, que cumple con un ritual
monocorde. Su historia es la historia de un engagement pocas veces
tan absoluto y exclusivo.
Su día final es un día como otros.
Había casi abandonado su villa del Parque Güell y cenaba y dormía
en el pabellón de la Sagrada Familia, al mismo pie de la obra.
Terminado su trabajo en el taller solía salir a sus devociones
vespertinas, generalmente al Oratorio de S. Felipe Neri. El 7 junio
1926, viendo que no llegaba a la hora prevista a su retiro y tras no
pocas indagaciones, se supo que un anciano había sido arrollado por
un tranvía en la calle de las Corts y había sido trasladado al
Hospital de Santa Cruz. Desde la tarde del día 7 hasta las 5 de la
tarde del día 10 se mantuvo entre altibajos de lucidez y postración
su precaria vida, ya señalada por la muerte. Tomó fervorosamente
los Sacramentos y no salieron de su boca más que suspiros e
invocaciones religiosas. Su entierro fue de las más grandes y
espontáneas manifestaciones de sentimiento público.
Obra. La obra de G. no es
extraordinariamente dilatada en número, porque nunca buscó el éxito
y la fortuna en la cantidad, sino que prefirió siempre la calidad
de una labor eminentemente personal. Sin embargo, en cualquier obra
de G. encontramos tal suma de esfuerzo acumulado que podría decirse
que con la imaginación, invención y esfuerzo artesanal que
atesoran podrían vivir otros arquitectos toda una vida. Desde el
proyecto hasta el último detalle de cerrajería, cerámica o
mobiliario, todo ha pasado por su mano, hasta provocar el asombro
por tan inagotables facultades creadoras.
Desde sus obras iniciales, más bien
eclécticas, como la Cooperativa Obrera Mataronense y las farolas de
la Plaza Real, pasamos a aquellas otras de clara influencia mudéjar
como la Casa de Vicens en Barcelona (187880), la Villa Quijano de
Comillas (1883-85), la Finca Güell en las Corts (1885-90) y hasta
el Palacio Güell en la calle Conde de Asalto y el Colegio de S.
Teresa (1888-90) en Barcelona. El impacto que produjo el arte
hispano-musulmán en G. es uno de los fenómenos más curiosos en la
evolución de este arquitecto, que siempre se ha considerado
vinculado al arte gótico, del que poco a poco se fue separando
hasta lograr un estilo cada vez más personal dentro del modernismo
y del expresionismo. Sin embargo, ahí está como un hecho
incontestable su vertiente mudéjar, que además, fue previa al
goticismo. El ladrillo en sus distintos aparejos, las celosías de
este material, el uso desenfadado de la cerámica, los artesonados
de madera, los techos estalactíticos, la cerrajería con sus
cerradas retículas, son signos indudables de mudejarismo (v. MUDÉJAR,
ARTE) que perduran en el Palacio Güell, aunque la piedra haya
sustituido al ladrillo y que se refuerzan hasta un grado extremo en
el Colegio de Santa Teresa.
En el Palacio Güell, obra
desconcertante, encrucijada de caminos diversos, encontramos el
mudejarismo quintaesenciado en la organización espacial, en la
tendencia constante al espacio compartimentado y separado por
filtros arquitectónicos, en múltiples detalles de arquerías,
artesonados, celosías, etc. Nos parece algo así como la
interpretación fastuosa y a la vez modernista del palacio de un sátrapa
oriental. Acaso en esto residía el concepto, un poco ingenuo -porque
G. era un ingenuo-, de lo que debía ser un aristócrata para G. En
este Palacio está el germen de muchas de sus obras posteriores,
entre otras cosas los remates de chimeneas con aplicaciones de cerámica
que hacen pensar en el Parque Güell y la Pedrera y la flecha cónica
que remata la cúpula de la escalera, precedente claro de las
flechas de la Sagrada Familia.
El maravilloso Colegio-Convento de
Santa Teresa es una de las obras máximas del genio de G., que casi
ningún crítico ha valorado como se merece. Es cierto que tuvo que
atenerse a un programa muy simple y a unos materiales muy humildes
para obedecer a las directrices del fundador (Rev. P. Ossó). Pero
tales limitaciones, en lugar de perturbar a la creación arquitectónica,
la depuran y esencializan en grado máximo, sin perder el nervio
genial que la anima. Sus resonancias mudéjares son tanto de fondo
como de forma. Parece un edificio surgido en algún sediento
desierto de Persia o de Arabia o en alguna llanura de las
estribaciones del Atlas como un ribat defensivo. Le va bien a S.
Teresa este aspecto de castillo místico. G., que generalmente
tiende a los volúmenes movidos y pintorescos, aquí se ciñe a un
bloque unitario y esencial. En la textura de los muros y en los
ritmos de los huecos no se puede llegar a una mayor sensibilidad y
exquisitez. Todo en este edificio es admirable y día llegará en
que producirá sorpresa que un edificio de 1888 resulte precursor de
una modernidad que cronológicamente corresponde a 30 años más
tarde.
Mientras tanto, el Palacio Episcopal
de Astorga (188793) y la Casa Fernández y Andrés de León
(1891-93) se adscriben a un franco goticismo, más en consonancia
con la interpretación tópica de G. El Palacio de Astorga,
demasiado pintoresco, parece un castillo imaginado por
Viollet-le-Duc. La casa de León es más sólida. Se empieza a
alterar la correspondencia vertical de huecos, cosa que sucederá
con libertad máxima en la Pedrera.
En Bellesguard, finca situada en la
falda del Tibidabo, resuelve el tema del castillo medieval, pero a
diferencia de lo que sucede en Astorga, en este nuevo castillo de
1900-02 el acento personal es mucho más bravío y en lugar del gótico
internacional aquí encontramos una interpretación personalísima
del gótico catalán (GóTtco, ARTE).
De todas maneras, cada vez abandona más
toda referencia historicista. Se construye por estos años la famosa
fachada del Nacimiento de la Sagrada Familia (18911900) y las torres
(1900-26) en una forma cónica que ya vimos aparecer en el Palacio Güell
y luego en un interesantísimo proyecto para las Misiones Católicas
en Tánger, en el que el tema se precisa completamente. Tienen estos
conos un precedente en la arquitectura popular africana del Atlas y
quién sabe si pudieron inspirarse en las formas naturales de la
montaña de Montserrat.
En 1898 inicia la construcción del
templo de la Colonia Güell, en Santa Coloma de Cervelló, del que sólo
se llegó a hacer la cripta y el pórtico, quedando interrumpidas
las obras en 1916. Es acaso la obra más ilustrativa del genio de G.
en su plena libertad expresionista. No podemos extendernos en el análisis
de una obra que resume, por decirlo así, todas las audacias de la
teoría estático-arquitectónica de G. y todos los ensayos formales
y texturales de su estética más personal. Sirvió para crear este
organismo una especie de maqueta activa o polifunícula corpórea
hecha de cuerdas (arcos) y pesos (cargas) que venían a ser el
negativo de la estructura buscada. De aquí surgieron los soportes
inclinados, los paraboloides hiperbólicos de las bóvedas y tantas
novedades verdaderamente sorprendentes para la época y que luego
han fructificado en obras modernas de hormigón armado. En el fondo,
con todo esto lo que hacía era ensayar soluciones para la Sagrada
Familia y sus problemas de abovedamiento.
Contemporáneo de la iglesia de Santa
Coloma de Cervelló es el Parque Güell de Barcelona, otro encargo
de su infatigable protector. En los pórticos del Parque utilizó
toda suerte de pilares inclinados siguiendo sus teorías estáticas
y en el tratamiento de las mismas buscó aspectos naturalistas y rústicos.
Es notable el Parque Güell por el empleo de la cerámica utilizando
trozos rotos de azulejos formando mosaicos. Muchos de los elementos
arquitectónicos del Parque revelan un sentido-jocoso y humorístico,
como si se tratara de un divertimento infantil.
Las dos obras de arquitectura urbana
más interesantes que nos dejó G. en Barcelona son la casa Batlló
(1904-06) y la casa Milá, llamada La Pedrera (190610). La primera
es en realidad una reforma, pero tan sustancial, que la casa salió
nueva de sus manos. Es una obra imaginativa, brillante y caprichosa
y acaso entre las suyas la que mejor obedece al denominado Moderm
Style o Art Nouveau. En cambio La Pedrera, aun dentro del modernismo,
es una obra más contundente, más profunda, con una extraña
gravedad geológica que fascina. Es una de sus obras más serias,
originales e impresionantes.
No podemos detenernos en otras obras
como la casa Calvet muy circunspecta para obra suya, el Monumento al
Dr. Robert, realizado con el escultor Llimona, la restauración y
adornos de la catedral de Palma de Mallorca, las modestas escuelas
de la Sagrada Familia y varios proyectos, bocetos e ideas no
realizadas. Se puede decir que desde 1915 hasta su muerte ya no le
ocupa más obra que la Sagrada Familia, a la que dedica todos sus
desvelos y todos sus afanes de arquitecto y su vida entera como
hombre. Planea, estudia, diseña, modela, pero apenas puede ver otra
cosa que la fachada del Nacimiento con sus cuatro torres que parecen
los dedos de una mano abierta que bendice la ciudad. La dramática
fachada de la Pasión queda en boceto.
G., que fue durante mucho tiempo una
gloria local, ha alcanzado recientemente rango de artista universal,
sobre todo después de la Exposición de sus obras en el Museo de
Arte Moderno de Nueva York y después de los trabajos de los críticos
de renombre mundial como Rusell Hitchkoch, J. J. Sweeney y G. R.
Collins. Hoy podemos decir, sin caer en exageración, que es el
artista español más importante entre Goya y Picasso. Su obra
encaja cronológica y estilísticamente en el modernismo, pero por
su enorme fuerza y personalidad trasciende de tan limitada etiqueta.
Dejó fervorosos discípulos que realizaron obras muy interesantes
dentro del modernismo catalán, como F. Berenguer, Juan Rubio, J. M.
Jujol, Juan Bergós, César Martinell, etc., pero como hombre que se
adelantó tanto a su época sus hallazgos siguen operando y
ejerciendo inexhausta influencia en el arte más avanzado de
nuestros días.
F. CHUECA GOITIA.
Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991
(Indice)
Biblioteca de El Escorial

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